Una buena Gestión del Ambiente es estratégica para la Argentina 

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Ing. Agr. Roberto R. Casas

La producción agrícola mundial futura estará sujeta a algunas condiciones entre las que se pueden mencionar la estabilidad de la superficie cultivada, el crecimiento de la población, la reducción casi a la mitad de la superficie cultivada por habitante y una demanda creciente de alimentos de una mayor población a su vez con mayor poder adquisitivo. Este panorama genera alguna incertidumbre sobre la seguridad alimentaria y sobre como este proceso afectará a los recursos naturales y en definitiva al desarrollo sustentable. Un breve análisis de la situación de la agricultura en el mundo, indica la existencia creciente de presiones de las sociedades por alcanzar un ambiente más saludable. Esta situación conlleva a la definición de políticas ambientales que incorporen el costo ambiental a la contabilidad pública, valorando los bienes y servicios producidos por los distintos agroecosistemas.  En otras palabras, en los países del primer mundo y particularmente en Europa, los servicios ambientales están tomando importancia creciente en la valoración por parte de las sociedades y los gobiernos. En este marco de agricultura multifuncional, tan importante como la producción de alimentos y fibras, es la conservación de bosques y humedales, por su importancia en el ciclo hidrológico, captura y balance del carbono atmosférico y conservación de la biodiversidad.

Cada vez se visualiza con mayor claridad el alcance “global” de los fenómenos ambientales lo que significa que el mal trato a los recursos naturales en un lugar remoto afecta al conjunto de los países del planeta.  Ello es particularmente importante en la emisión de gases de efecto invernadero, pero también pueden mencionarse los procesos de erosión y sedimentación entre países vecinos, desmontes e inundaciones, contaminación de acuíferos de cuencas comunes, entre otros. Las tendencias mundiales que se observan en los últimos años señalan que la gestión ambiental en los países, tendrá consecuencias directas y prácticas sobre el intercambio comercial que puedan llevar a cabo.  Dicho en otras palabras, una adecuada gestión del ambiente y uso de los recursos naturales se ha convertido en una exigencia del comercio internacional, por lo que los países que apliquen políticas ambientales rigurosas, exigen que también lo hagan el resto de los mismos, a riesgo de impulsar sanciones comerciales. Recientemente la Unión Europea publicó la categorización de riesgo de los diferentes países en el marco de las acciones que impulsa por la Normativa 1115/2023, anunciando que países como Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia fueron clasificados como de riesgo estándar, entre otros países del planeta. La clasificación de riesgo determina el grado de controles que las autoridades de los Estados miembros de la Unión Europea prevén entre los operadores que se abastecen con productos agropecuarios de diferentes países. En función de ello, abastecerse de países de bajo riesgo implica obligaciones simplificadas para los operadores y comerciantes, dejando a países de riesgo estándar y alto en una situación de desventaja comercial frente a los primeros. La situación planteada no debe considerarse como una amenaza sino como una oportunidad para la Argentina.  Si somos capaces de actuar rápidamente en la formulación y aplicación de políticas y controles ambientales consistentes, seguramente obtendremos ventajas comerciales a futuro.

Se considera que deberíamos priorizar el análisis de las políticas vigentes para expansión de la agricultura, particularmente en ambientes vulnerables.  En 1914, la Argentina realizó el primer censo forestal el cual verificó la   existencia de 105 millones de hectáreas cubiertas con bosques nativos. Más recientemente en el año 2002, se culminó el Inventario Nacional de Bosques Nativos empleando tecnología de imágenes satelitales, determinando la existencia de 33, 2 millones de hectáreas. Es decir que, en el período 1914-2002, el país perdió alrededor del 70 % de sus recursos forestales nativos. Un informe de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable del año 2014 concluye que Argentina había enfrentando en las últimas décadas uno de los procesos de deforestación más fuertes de su historia, debido a incendios y al cambio de uso del suelo para agricultura y ganadería. Según estimaciones de la FAO, la tasa anual de deforestación en Argentina es de un 0.8 %, una de las más altas de Sudamérica. Debemos considerar que la mayor parte de estos desmontes, se llevaron a cabo sin tomar en cuenta la aptitud de uso de las tierras, por lo que en muchos casos los sistemas de desmonte empleados y los cultivos elegidos, no fueron los adecuados. Las principales consecuencias negativas son la erosión del suelo, disminución acelerada del contenido de materia orgánica, compactación, salinización, alteración del ciclo hidrológico y pérdida de biodiversidad. Estos procesos se agudizan durante los ciclos de sequía como parte de las fluctuaciones climáticas normales.

Las provincias deben realizar un ordenamiento efectivo de su territorio y hacer cumplir las leyes vigentes sobre el uso de los recursos naturales siendo implacables con los responsables de los desmontes clandestinos.  Siempre será conveniente cerrar las brechas productivas en los mejores suelos y ambientes sobre los cuales deberemos concentrar las mejores tecnologías productivas, disminuyendo la “presión” sobre los ecosistemas más frágiles. Los bosques nativos que quedan en pie, adquieren un valor incalculable en función de la provisión de bienes y servicios ecológicos, como así también de los hábitats para la flora y fauna que brindan. Se debe preservar además este patrimonio genético muy poco conocido que en un futuro cercano podría proveer principios activos para el tratamiento y cura de enfermedades que afectan al género humano. Consideraciones similares pueden realizarse para los pastizales de las regiones semiáridas y áridas donde éstos cumplen una función fundamental como reguladores del ambiente. Actualmente su productividad se halla comprometida seriamente debido al sobrepastoreo que actúa como principal causa desencadenante del proceso regresivo que los afecta. Esta situación condujo incluso, a una sensible disminución de las existencias ganaderas de estas regiones.

La valoración creciente de los recursos naturales y la gestión del ambiente por las sociedades del mundo señalan el rumbo correcto, no solamente por la “cuestión ética”, sino además, porque se ha convertido en una exigencia del comercio internacional.

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