

– Ing. Agr. German F. Camussi. Docente e Investigador del Departamento de Ciencias del Ambiente, Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad del Litoral (derecha).
En el año 2019 fue publicado el libro Manual de Buenas Prácticas de Conservación del Suelo y del Agua (MBPCSA) en áreas de secano, que reúne el conocimiento y la experiencia de un importante equipo de profesionales de todas las provincias argentinas. Se necesitaron dos tomos para incluir todas las BPCSA, lo cual pone de manifiesto la gran cantidad que se están llevando a cabo. Algunas de éstas tienen mayor difusión y otras son más incipientes. En una reciente nota de opinión en esta misma columna (Damiano F, 2020), se menciona que en el MBPCSA están descriptas 12 prácticas para dar solución a los problemas originados por los excesos hídricos superficiales y subsuperficiales.
Desde los años 70 hubo un cambio en el régimen de lluvias en gran parte de Argentina, especialmente en el Litoral y en la región pampeana, fundamentalmente en la ocurrencia de eventos extremos variables según la zona (100 a 150 mm en el este de Córdoba pero 200 a 300 mm en el centro de Santa Fe), los cuales pueden ser de alta intensidad (mucha lluvia en pocos días) o también baja intensidad, como en abril de 2016 que llovieron (centro de Santa Fe) 300 mm durante todo el mes. A este panorama se suma la alternancia con períodos de sequías importantes, como las de 2008, 2018 y la actual (2020).
Santa Fe presenta una importante superficie con suelos halomórficos (38,5% de la superficie total) y otra importante cantidad de suelos muy productivos que periódicamente sufren hidromorfismo, es decir que permanecen saturados durante un período de tiempo, lo cual genera problemas en los cultivos implantados.
Debido a las características naturales en que se asienta la producción agropecuaria en esta Provincia, es decir suelos con textura fina, relieve muy plano y abundantes depresiones naturales (hoyas de deflación) que impiden la formación de vías de escurrimiento definidas (Figura 1), los eventos extremos generan excesos hídricos, tanto superficiales (encharcamiento, anegamiento, inundación) como subsuperficiales (ascenso de niveles freáticos o de la napa).
El escurrimiento superficial es mantiforme, con velocidades muy bajas, y a pesar que en esta zona se realizaron en los últimos 40 años una extensa red de canales excavados (Figura 2), los mismos no resultaron eficaces para resolver la problemática hídrica (Plan Director de Recursos Hídricos Santa Fe, 2018).

Esta misma situación se ha reproducido en otras cuencas hidrográficas de Santa Fe (p.e. canales Línea Paraná y Golondrina, en la región Bajos Submeridionales) o de la Pcia. de Buenos Aires (p.e. canales que drenan aguas desde las Lagunas Encadenadas hacia la Cuenca del Salado) pero con iguales fracasos.

El exceso de agua genera menor stand de plantas y productividad de pasturas sensibles (p.e. alfalfa), menor rendimiento de granos, carne y leche, además de impactar en la hidro-estructura regional (Figura 3), lo que redunda en importantes pérdidas económicas.

La problemática planteada podría sintetizarse de la siguiente manera: a) Los eventos extremos se presentan cada vez con mayor frecuencia (amenaza creciente); b) Los sistemas productivos son extremadamente vulnerables; c) Son escasas las prácticas de manejo agronómico del agua (a nivel predial y de cuenca); d) ampliar la red de canales excavados con trasvase de cuencas no es la solución para evacuar volúmenes extraordinarios
Se requiere entonces que nuestros sistemas productivos sean menos vulnerables y/o más resilientes, entendiendo ello como la capacidad de recuperarse ante un evento extremo. Ello se logra con un manejo integral del agua, que combinen acciones a nivel de lote, de establecimiento o predio, micro y macro cuenca hidrográfica.
A nivel predial existen un conjunto de prácticas agronómicas para el manejo del agua (Figura 4). Muchas de ellas se están aplicando desde hace muchos años, como siembra directa, rotación de cultivos, y más recientemente cultivos de cobertura. Con ello se logra mejor la fertilidad del suelo y aumentar el consumo de agua edáfica, lo que permite disminuir el nivel de napas.
Complementariamente hay otro de grupo de técnicas que pueden usarse también a nivel predial, con los siguientes principios: a) definir los potreros o lotes donde se requiere controlar los excesos de agua; b) definir un área donde se acumule agua y c) definir zonas de conducción de agua. En los primeros se implantan diferentes cultivos según sistema de producción y allí se utilizan técnicas de drenaje superficial (canales, bordos elevados, sistematización) o subsuperficial (drenes topo). El exceso de agua de estos potreros se conduce vía canales poco profundos y anchos, que puedan desmalezarse y transitar con la maquinaria, hacia lotes reservorios, que puede ser un bajo natural o acondicionado especialmente con ese fin (Figura 5).

En los reservorios se acumulan temporariamente importantes volúmenes de excedentes hídricos superficiales, para posteriormente ser derivados a la red externa mediante una obra de regulación (tubo compuerta, vertedero), de modo de “laminar” las crecidas extraordinarias y de ese modo controlar el caudal máximo de la cuenca. En otras palabras, lograr una transferencia de volúmenes de un modo regulado. Las técnicas mencionadas se encuentran detalladas en el Manual de BPCSA (FECIC, 2019).
La Figura 5 es una imagen tomado con dron el lunes 16/12/2019 en un tambo pequeño (100 ha) de San Jerónimo Norte (Santa Fe), luego de que llovieran 300 mm en esa localidad. Como puede observarse, hay agua en superficie en muchos lotes vecinos; en tanto en el predio donde se realizó la práctica, el lote con la depresión natural tuvo un exceso controlado de agua y el lote reservorio estaba destinado a tal fin. Esta lluvia no “sorprendió” al productor, porque ya ocurrieron varios de estos eventos y está preparado. Mientras que los productores vecinos tuvieron ingentes pérdidas en los lotes de producción y, en caso de realizar canales o bordos sin ningún criterio, provocando más problemas que soluciones.


En síntesis, cuando ocurren eventos extremos, si todos los predios “guardan” temporalmente el excedente hídrico en sitios específicos, especialmente en la parte alta de la cuenca, trasladando aguas abajo un caudal regulado, no se desbordarían las cunetas, alcantarillas, canales y ríos. También pueden asociarse los productores para realizar estas prácticas e identificar las áreas de acumulación, que en caso de ocupar una superficie muy importante puede ser necesaria una compensación económica por el servicio ambiental que están prestando (algunas leyes de agua lo contemplan). Estas áreas de afectación, pueden ser forestadas o utilizadas con diversos fines.
Para incorporar “masivamente” estas prácticas a nivel predial -tal como ocurrió con la siembra directa-, debe ocurrir un cambio de paradigma, en donde los actores intervinientes comprendan que el efecto del agua sobre las actividades productivas no debe ser al azar, sino que debe existir una planificación tanto para momentos de excesos como déficit hídricos. Para ello se requieren diferentes acciones, a saber: 1) recursos económicos para montar ensayos a campo -casos testigos-, ya que son técnicas que requieren de determinadas extensiones de superficie para conseguir mostrar resultados satisfactorios y, de este modo, convencer a los productores. Un ejemplo de ello es la Chacra Los Surgentes, de AAPRESID en la cuenca hidrográfica La Redención (Inriville, Córdoba), donde se aborda la gestión integral del agua a nivel de microcuenca con participación activa de los productores; 2) profesionales agrónomos “familiarizados” con los criterios de diseño y operación, para lo cual podrían necesarias instancias de capacitación y actualización; 3) instituciones y organizaciones públicas y privadas del sector agropecuario que las divulguen y promuevan. Universidades, INTA, Colegios Profesionales, AAPRESID, CREA podrían ser “voceros” de esta iniciativa.4) normativas que fomenten su aplicación (Ley de Conservación de Suelo, Ley de Aguas) con sus respectivas reglamentaciones; 5) Organismos de Gestión Integrada cuya base territorial sea la cuenca hidrográfica y contenga la participación activa de los usuarios del agua. Estos organismos son descentralizados y participativos, siendo los encargados de llevar a cabo en el territorio tanto las acciones previstas en la planificación, como la articulación entre los diferentes intereses y puntos de vista de los usuarios.
