- 22 de Marzo – Día Mundial del Agua
El agua como recurso estratégico para el desarrollo del país
Es conocido que el agua es considerada cada vez más como el eje fundamental del desarrollo sustentable y un elemento determinante de la calidad ambiental. A partir de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo en 1972 y en distintos foros internacionales realizados posteriormente, el tema de la evaluación y gestión de los recursos hídricos fue cobrando importancia creciente. Así, la declaración de Roma sobre la seguridad alimentaria de 1966, llamó a “combatir las amenazas ambientales a la seguridad alimentaria, sobre todo la sequía y la desertificación, restablecer y rehabilitar la base de recursos naturales, con inclusión del agua y las cuencas hidrográficas en las áreas empobrecidas y excesivamente explotadas, a fin de conseguir una mayor producción”. En 2015 el mundo comprometió, mediante el Objetivo de Desarrollo Sustentable 6 (ODS) como parte de la Agenda 2030, la promesa de que todos los habitantes tendrían agua y saneamiento gestionados de forma segura.
Las razones de la crisis del agua observada son bien conocidas: en el último siglo, el uso global de agua ha crecido a más del doble de la tasa de crecimiento de la población, y cada vez más regiones están llegando al límite de suministro de servicios hídricos confiables. El crecimiento demográfico, el desarrollo económico, la urbanización y la contaminación, están ejerciendo una presión sin precedentes sobre los recursos hídricos renovables, sobre todo en regiones áridas y semiáridas. El cambio climático y las demandas de la energía dificultan aún más la ya complicada relación entre desarrollo y demanda de agua. Se prevé que la demanda mundial de agua aumentará en un 55% para el 2050.
Se prevé que el cambio climático alterará los regímenes hidrológicos y la disponibilidad de agua dulce, lo que tendrá un impacto tanto en la agricultura de secano como en la de regadío. Las proyecciones realizadas por la FAO, muestran una reducción de las precipitaciones en zonas semiáridas y un aumento de las mismas en zonas templadas, así como una mayor variabilidad de la distribución de las precipitaciones con mayor frecuencia de fenómenos extremos, y un aumento de las temperaturas. Se espera que se produzca una severa reducción de la escorrentía de los ríos y de la recarga de los acuíferos en toda la cuenca Mediterránea, así como en las zonas áridas y semiáridas del sur de África, Australia y América, lo que afectará la cantidad de agua disponible para todos los usos.
El agua dulce es un bien escaso en el mundo y con el incremento demográfico, sin duda alguna, aumentará la competencia por el uso del agua, lo cual conduce a la necesidad de diseñar estrategias adecuadas de gestión del recurso. Esta gestión deberá garantizar las actividades destinadas a la protección y el buen uso de las aguas de las cuencas hidrográficas, balanceando la provisión de agua para el desarrollo urbano, agropecuario, forestal, industrial y energético. La buena gestión del recurso en definitiva deberá dar sustento a los ecosistemas terrestres y acuáticos que integran y dependen de las diferentes cuencas hidrográficas.
La República Argentina posee más de un 75 por ciento de su territorio bajo condiciones áridas y semiáridas y un 95 por ciento de la superficie destinada a la agricultura de secano. Las grandes llanuras productivas de nuestro país son áreas de elevada incertidumbre ambiental, particularmente relacionada con procesos de déficit y excesos hídricos que condicionan la estabilidad de los rendimientos físicos y económicos de las empresas agropecuarias.
Se cuenta con tecnología suficiente para el buen manejo del agua en las distintas regiones del país. En todos los casos debe considerarse que constituye un recurso estratégico para la producción agropecuaria y que, por lo tanto, debe conservarse con un manejo adecuado. La sistematización del terreno en curvas de nivel, mantenimiento de la cobertura del suelo y adecuados niveles de materia orgánica, suelos bien estructurados y libres de “compactaciones” y la rotación de cultivos, constituyen algunas buenas prácticas y condiciones deseables para una buena gestión del agua en suelos destinados a la agricultura. Para áreas deprimidas situadas en ambientes húmedos (ej. cuenca del Río Salado), se ha desarrollado tecnología basada en “circuitos agrohidrológicos” que mediante prácticas tales como cultivo en contorno, corrugados, subsolados y cobertura del suelo, apuntan a retener el agua en el sector más elevado del paisaje, y mediante bordos, badenes y presas, a conducir y almacenar los excedentes de agua.
Se considera que la gestión integrada del recurso agua reúne a una serie de prácticas que puede provocar un salto cuali y cuantitativo en la ganadería Argentina. Entre ellas merecen mencionarse el diseño de represas para reducir pérdidas por evaporación e infiltración, la sistematización de las áreas de captación de escurrimientos para alimentar las represas y técnicas para recarga del acuífero. La construcción de represas, es aconsejable en zonas donde el agua subterránea es de mala calidad como para garantizar el abastecimiento de la ganadería. Esta técnica está validada para gran parte de la Argentina, especialmente en zonas semiáridas y áridas. Las represas siempre deben tener un área de captación que permita facilitar el escurrimiento superficial del agua proveniente de las precipitaciones, para concretar su llenado. También se ha validado en el centro y norte de la Provincia de Santa Fe, la técnica de recarga del acuífero libre con precipitaciones, la que permite mejorar la calidad del agua de bebida para la ganadería, al diluir el exceso de sales del acuífero libre.
El aprovechamiento productivo sustentable de ambientes deprimidos y humedales, y el avance de la agricultura y la ganadería en ambientes de mayor vulnerabilidad caracterizados por lluvias escasas y de gran variabilidad interanual, nos debe hacer reflexionar seriamente sobre la importancia del agua como insumo estratégico para la producción. la alimentación y el desarrollo. Esta consideración asume particular importancia en función de los escenarios que plantean los modelos climáticos globales, que si bien son erráticos en cuanto a la variación de las precipitaciones, proyectan aumentos de temperatura en los próximos 50 años para las regiones agrícolas de nuestro país, lo cual incrementará los procesos de evaporación y los riesgos de sequías estacionales.
Ing. Agr. Roberto R. Casas, Director del PROSA-FECIC.